A los 19 años encontró a toda su familia muerta por la inhalación de un gas tóxico y ahora busca concientizar a sus alumnos sobre el ambiente: la historia de superación de Romina Por Agustina López
La última foto que se sacó la familia completa. De izq. a der: su madre, Rosa, su abuelo Manuel, su hermana Valeria, su abuela María Ángela, su padre Horacio y Romina.
Casi sin mediar palabra, Horacio salió corriendo hacia la casa de sus padres que quedaba a una cuadra y media, en 25 de Mayo 319. Su esposa llamó a una ambulancia y lo siguió enseguida. Confundida por la escena, Romina se quedó: tenía que preparar los elementos para llevar al día siguiente al jardín y unas fotocopias para cursar esa noche en el profesorado. A los pocos minutos reaccionó y marcó el número de la casa de sus abuelos.
Romina estaba en shock pero no podía detenerse, ni gritar, ni correr. Solo ir hacia adelante. Siguió avanzando y. Un rastro de sangre la guió hacia el comedor, en donde se encontró con el cuerpo de su abuelo, que había sido puesto de costado. Parecía como si alguien lo hubiera arrastrado. Como pudo lo agarró de los brazos y lo arrastró, pero no llegó a sacarlo a la calle. Estaba agotada. Volvió al quiosco y pidió a los gritos el teléfono de los bomberos. Tardaron varios minutos en conseguirlo y cuando estaba por llamar escuchó la sirena.
“Me convertí en una figura que tenía que cumplir el rol de madre. Iba a las reuniones de padres del colegio del que había egresado hace dos años. Fue muy difícil la convivencia también. Mi hermana creía que hacíamos todo mal y tal vez haya sido así. Por eso ella a los 18 años se fue a vivir sola a la casa de mis padres”, cuenta RominaHace algunos años, Valeria logró vender la casa de sus abuelos, que fue remodelada.
Durante años, Romina sintió culpa, tuvo ataques de asma en los aniversarios de la muerte de su familia y también algunos episodios en los que perdía la conciencia y se encontraba caminando sola, desorientada. Incluso pensó en suicidarse.